De niña ya frecuentaba las escuelas de dibujo, de mayor me convertí en diseñadora gráfica, después trabajé como coordinadora de estudio y más tarde como asesora de producción de imprenta.

Un buen día descubrí la obra de Irving Harper, un diseñador industrial norteamericano que en momentos de estrés hacía esculturas de papel espectaculares para relajarse; fue una revelación. De repente mi afición por el arte, los materiales y los papeles bonitos cobró sentido, Irving me iluminó y sentí la necesidad de abrir este taller para compartir mi pasión y animar a la gente a dejar las pantallas a un lado por un rato y ponernos manos a las obras en un ambiente agradable que contribuya al calor humano del barrio.

Quiero motivar a personas de distintas edades para que exploren su creatividad. Sin grandes pretensiones, pero también sin complejos ni temores. Con libertad, relax y muchas ganas de experimentar.